{ "@context": "https://schema.org", "@type":"Organization", "name":"El Espectador", "url":"", "logo":{ "@type":"ImageObject", "url":"/pf/resources/images/favicons/favicon-EE-152.png?d=1053", "width":"300" }, "Point": { "@type": "Point", "telephone": "018000510903", "Type": "Servicio al cliente" }, "sameAs":[ "https://www.facebook.com/elespectadorcom", "https://twitter.com/elespectador", "https://www.instagram.com/elespectador/", "https://www.youtube.com//Elespectadorcom?sub_confirmation=1" ]}
Publicidad

“Sigue caminando conmigo”, carta desde el Himalaya a Juan Pablo Ruiz

Hace cerca de dos años falleció Juan Pablo Ruiz, escalador, ambientalista y empresario colombiano. Su esposa, junto con su familia, hizo un viaje al Everest para honrarlo y descubrir que, incluso en su ausencia, hay guía, enseñanza y amor.

Paola Agostini
13 de junio de 2025 - 01:34 a. m.
Integrantes de la expedición al Everest en homenaje a Juan Pablo Ruiz.
Integrantes de la expedición al Everest en homenaje a Juan Pablo Ruiz.
Foto: Cortesía Paula Agostini
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Querido Juan Pablo:

Te escribo desde Nepal, desde las montañas que tanto amaste, acompañada ahora por tres de los hijos —Cesare, Livio y Simonpietro (Sipi)—. Vinimos a celebrar tu vida, tus cumbres, tus ideas… y también algunos cumpleaños y logros importantes en familia. Justo 25 años después de la fundación de Epopeya, regresamos al campamento base en la misma semana en la que tú alcanzaste dos veces la cima del Everest: en 2001 y en 2007.

Nos guía Ang Nuru Sherpa, aquel joven que conociste cuando aún llevaba correos entre Katmandú y el Campo Base. Fue quien te acompañó en tu ascenso de 2007 hasta la cima, y ahora nos conduce de nuevo por esos senderos. En 2010 intentamos hacer este mismo recorrido contigo, Sipi y las hijas, pero tuvimos que regresar a los 5.000 metros cuando Sipi, con apenas seis años, sufrió mal de altura. Con Antonia, bajamos contigo de inmediato para no correr riesgos. Manuela continuó hasta el Campo Base, mientras Juana nos acompañaba desde la distancia. Esta vez, llegamos todos juntos.

(Lea Adiós a Juan Pablo Ruiz, el ambientalista que alcanzó las cumbres más altas)

Dormimos en casas de té, caminamos por los senderos que recorrimos contigo hace quince años. Cada paso es un recuerdo; cada piedra, una conversación contigo. Desde esta altura, siento que estás escalando allá arriba, en las montañas del paraíso.

Recuerdo tu cómic favorito: Tintín en el Tíbet, una historia de amistad y perseverancia. Tintín busca a su amigo Chang, dado por muerto tras un accidente en el Himalaya, y lo encuentra vivo después de desafiar todo pronóstico —y al temido “yeti”. Imagínate que, en el pueblo de Ang Nuru, en pleno valle del Khumbu, el Monasterio de Khumjung conserva lo que afirman es el cráneo de un yeti. Marc te pintó un cuadro en el que tú eres Tintín. La memoria se entrelaza con el presente.

Un mundo incierto, una esperanza persistente

En estos meses, tantas cosas han cambiado. Conflictos, caos climático, instituciones que se desdibujan, consensos y relaciones que se rompen. Y, sin embargo, aquí —en el sendero al Everest— las banderas de oración siguen ondeando. Nepal ha restaurado sus bosques, las casas de té prosperan, los sherpas nos reciben con bendiciones.

La restauración del paisaje, una causa que compartimos profesional y personalmente, gana terreno. Tu visión —que si queremos conservar los bosques, debemos compensar a quienes los protegen— empieza a hacerse realidad. El Tropical Forest Forever Facility (TFFF), liderado por Brasil y presentado en la próxima cumbre climática, refleja ese espíritu: pagar por el bosque en pie. Tú fuiste pionero en luchar por este concepto desde hace muchos años.

El Campo Base del Everest cambia de ubicación cada año, desplazado por el calentamiento global. Pero hay esperanza: el Parque Nacional Sagarmatha reinvierte gran parte de los ingresos turísticos en las comunidades —escuelas, senderos, clínicas, energía. Un modelo que el mundo debería replicar.

Celebraciones, nacimientos, homenajes

Han ocurrido cosas hermosas y algo mágicas desde que te escribí la última vez, hace seis meses:

• George y Cathy donaron a Rainforest Trust en tu memoria: 120 hectáreas en la reserva Andinobates-Boquerón, en Caldas, ahora están protegidas permanentemente, como tributo a tu vida y legado ambiental.

• En la reserva Encenillo, en Guasca, la Fundación Natura dio tu nombre a uno de sus senderos –el sendero de Juan Pablo Ruiz– en homenaje a tu legado.

• El café de nuestra reserva natural de RESNATUR en Machetá — Naranja, Café y Pimienta— cultivado bajo los árboles que tú ayudaste a sembrar, fue clasificado como “excelso”.

• Marcelo y Machado publicaron un libro que parece hablar de ti también: ¿Para qué fácil, si puedo hacer lo difícil? y habla de qué sentido tiene escalar las montañas más altas del mundo. Lo lanzaron en Café y Crepes.

• “El Camino de Juan Pablo”, en la finca silvopastoril El Cubo de Natalia, reverdeció tras el verano, mostrando la resiliencia de estos sistemas que tanto defendiste.

• Cesare ya acabó su doctorado y se casa con María Paula, una joven mujer santandereana; Jorge, “el paisa”, con Maureen, una ítalo-americana; Livio trabaja con vehículos eléctricos —quizá algún día tengamos uno en Machetá, como soñabas— y vive con su novia canadiense-guyanesa; Sipi escaló el Aconcagua, es el Presidente de la Sociedad de ingeniería de Materiales de su Universidad y tiene novia colombo-británica.

• Camilo y Olga estuvieron en Florencia para la fiesta de cumpleaños de mi prima Maria Paola, que siempre recuerda tus cuentos de montañas en San Sicario durante la pandemia.

• Y yo, por mi parte, logré que se aprobara un programa integral de adaptación al cambio climático y resiliencia de los paisajes degradados en África –el Sahel RESILAND–, una región cada vez más desértica e insegura, pero fascinante y joven. Su eje central es la relación entre el manejo sostenibles de los recursos naturales –como el agua, el suelo y los árboles– y la prevención de conflictos, un tema sobre el cual tú y yo conversamos tantas noches en nuestra reserva en Machetá. Este programa también evoca la idea de una “Paz con la Naturaleza”, promovido para Colombia en la COP de Cali y para ti desde los años del Inderena y del Sumapaz, junto a Marisol y Martín Emilio y muchos otros/otras.

Una cima familiar

Nuestro campamento base fue en Dingboche, a 4.400 metros, en la casa de té de Minga Yangjee Sherpa, quien hizo parte del equipo femenino de Nepal que ha coronado varias veces el Everest. Aún te recuerdan allí, especialmente a ti y a Piqui, quien alcanzó la cima con una prótesis en 2010, junto a Rafa. ¿Sabías que Piqui escribió un libro? Se llama “Escalando sueños”. Es un poco lo que siento yo en este momento.

Sí, llegamos al Campo Base (5.300 m) y escalamos el Kala Patthar (5.550 m), donde dejamos una bandera de Colombia con mensajes personales. Fue durísimo. La falta de oxígeno nos impedía dormir, un virus nos debilitó, pero la belleza lo compensó todo. La cascada de hielo del Khumbu —la misma que ustedes cruzaron tantas veces— me dejó sin aliento. Si es posible, hoy te iro aún más.

De regreso, en el paso Thukla, donde se homenajea a quienes murieron intentando alcanzar la cima del Everest, hicimos una ceremonia para ti. Dejamos una khata —la bufanda blanca de seda que simboliza respeto y buenos deseos— junto a objetos significativos para nosotros, como la concha que nos regaló Virginia para ofrecértela en este viaje. Fue mágico. Ese lugar, que suena a “Tunca”, como la ciudad de tu madre, la abuela de Sipi, Lucía, nos pareció perfecto para los muchos monumentos y las muchas banderas nepalesas, como las que siempre estaban colgada en el corredor de la casa de Suesca.

En Khumjung, con vista a la majestuosa Ama Dablam, visitamos la casa de té de Mingma Chokey, donde cuelga una gran foto de su esposo, Nawang Karsang Sherpa, en la cima del Everest como parte de la expedición colombiana Colseguros que tú lideraste en 2007. Ustedes siguen presentes en este valle mágico del Khumbu.

En ese mismo pueblo, Edmund Hillary —quien, junto a Tenzing Norgay, fue el primero en escalar el Everest en 1953— fundó la primera escuela de la región, aún en funcionamiento. Su legado vive en cada conversación. El último sobreviviente de esa expedición y el cocinero de sus campamentos nos contaron en Namche Bazar y Lukla que Hillary era una persona buena, siempre dispuesta a reírse y ayudar. Muchos dicen lo mismo de ti.

Despedidas, aprendizajes, regreso

Empezamos el descenso agotados, sin energía siquiera para celebrar. Liderar una expedición, incluso familiar, es un reto. Hoy valoro más tu capacidad para guiar, resolver, inspirar.

Ya estamos a dos días de regresar a Katmandú. Tu presencia en mis sueños y en mis días ha sido constante. Quédate conmigo.

Gracias, Juan Pablo, por seguir enseñándonos. Por seguir guiándonos. Por vivir con nosotros en cada paso de esta expedición… y de la vida. Te escribiré desde Belem, en Brasil, donde este año se tendrá la cumbre del cambio climático número treinta.

🌳 📄 ¿Quieres conocer las últimas noticias sobre el ambiente? Te invitamos a verlas en El Espectador. 🐝🦜

Por Paola Agostini

Conoce más

Temas recomendados:

 

Hincha Rojo(87476)13 de junio de 2025 - 02:46 p. m.
Hermosas palabras.
Fabio Espinosa(23081)13 de junio de 2025 - 11:40 a. m.
Grandes enseñanzas dejo Juan Pablo Ruiz. Lo recuerdo en la reserva que estaba creando en la vereda San José (o Mulatá?) en Machetá y lo que aprendímos de él.
  • Paola Agostini(xsqny)13 de junio de 2025 - 01:36 p. m.
    Gracias Fabio, si' es Mulata.
Carlina Moreira(32547)13 de junio de 2025 - 03:18 a. m.
Zzzzzzzzzzzz....
(60674)13 de junio de 2025 - 01:58 a. m.
mis respetos al everes y quienes lo desafian
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar