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En cualquier organización, equipo o comunidad, el papel del liderazgo marca la diferencia entre el avance sostenido y el estancamiento. Tener un buen líder dentro de un grupo no solo mejora el rendimiento colectivo, sino que también transforma las dinámicas interpersonales, fomenta la innovación y garantiza que los objetivos comunes no se pierdan en la rutina diaria.
A pesar de que el liderazgo suele vincularse a posiciones jerárquicas, su impacto real se manifiesta en los resultados tangibles y en el bienestar del grupo.
Según explica Rodrigo Esquivel, psicólogo organizacional y consultor en desarrollo de equipos de alto desempeño con más de 20 años de experiencia, “la presencia de un buen líder en un grupo es un factor determinante que influye directamente en el comportamiento, la motivación y la eficiencia de todos sus ”.
Para Esquivel, el liderazgo no es simplemente una cuestión de autoridad formal, sino una capacidad dinámica de influir de forma positiva sobre las personas.
Por eso, comparte cinco elementos que debería tener un buen líder:
1. Fomenta la cohesión del grupo
Uno de los beneficios más evidentes de tener un buen líder es la mejora en la cohesión del equipo. Cuando las personas sienten que trabajan con un propósito compartido y bajo una dirección clara, tienden a colaborar de manera más fluida y con menor conflicto.
Rodrigo Esquivel lo resume de la siguiente forma: “Un líder que sabe comunicar el propósito y alinea a los hacia metas comunes logra reducir la fragmentación interna. La cohesión no aparece por decreto; se construye con escucha, consistencia y visión”.
Este tipo de cohesión tiene efectos positivos no solo en el clima laboral, sino también en la eficiencia con la que se alcanzan los objetivos. Cuando el grupo confía en su líder, disminuye la rotación, se mejora la retención del talento y se facilita la resolución de conflictos internos.
2. Incrementa la motivación individual y colectiva
La motivación es uno de los recursos más volátiles dentro de un grupo. Un buen líder no solo mantiene alta la moral del equipo, sino que la alimenta continuamente a través del reconocimiento, la inspiración y la empatía.
“Hay una enorme diferencia entre un jefe que da órdenes y un líder que motiva. El primero impone tareas; el segundo impulsa a las personas a dar lo mejor de sí. Un líder auténtico no necesita gritar para ser escuchado. Su credibilidad se basa en el ejemplo y en su capacidad de hacer que cada miembro sienta que su esfuerzo cuenta”, señala Esquivel.
El impacto de esta motivación puede medirse incluso en los indicadores de desempeño. En un estudio conducido por Gallup en 2022, se concluyó que los equipos con líderes efectivos tienen un 27% más de probabilidades de superar sus metas y un 21% más de productividad comparados con equipos mal liderados.
3. Mejora la toma de decisiones
La toma de decisiones puede ser uno de los aspectos más complejos en entornos colaborativos. La falta de liderazgo claro suele derivar en decisiones lentas, ineficaces o, en el peor de los casos, ausentes.
Esquivel lo explica de forma contundente: “Un líder eficaz no solo decide; sabe cuándo delegar, cuándo consultar y cuándo actuar con firmeza. Esa inteligencia situacional reduce la parálisis por análisis, una trampa muy común en grupos sin liderazgo claro”.
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Asimismo, un buen líder tiene la capacidad de integrar diferentes perspectivas sin perder el foco del objetivo principal. Esta habilidad garantiza decisiones más informadas, realistas y alineadas con las capacidades del equipo.
El mismo estudio de Gallup también reveló que los equipos con líderes altamente valorados reportaron un 23% menos errores en la ejecución de tareas, especialmente en contextos de presión.
4. Desarrolla el potencial de los del grupo
Un buen líder no solo se preocupa por los resultados inmediatos, sino que invierte en el crecimiento de su equipo. Detecta habilidades, promueve el aprendizaje y crea oportunidades de desarrollo personal y profesional.
“Un líder de calidad siempre está mirando más allá del presente. No solo piensa en cómo entregar el proyecto de este mes, sino en cómo cada miembro puede llegar a su mejor versión en los próximos seis meses”, comenta Esquivel. “El liderazgo moderno implica una mirada pedagógica, de acompañamiento y mentoría. No es solo dirigir, es hacer crecer”.
Esta perspectiva convierte al líder en un facilitador del talento, lo cual genera una cultura de mejora continua dentro del grupo. La sensación de estar creciendo junto al grupo también se traduce en mayor compromiso y lealtad.
5. Fortalece la resiliencia del grupo ante crisis
En contextos adversos, la presencia de un buen líder puede marcar la diferencia entre la desintegración del grupo o su transformación. La resiliencia colectiva no se improvisa: se cultiva a partir de relaciones sólidas, comunicación clara y liderazgo firme.
“La manera en que un líder gestiona una crisis deja una huella profunda en el grupo”, explica Esquivel. “Un mal líder se esconde o echa culpas; un buen líder da la cara, mantiene la calma y transforma el miedo en acción estratégica”.
Durante la pandemia por COVID-19, múltiples organizaciones comprobaron que sus líderes eran la clave para mantener la estabilidad emocional y operativa. De hecho, un análisis publicado en Harvard Business Review en 2021 concluyó que las empresas con liderazgo empático y transparente mostraron una recuperación más rápida y sostenida en comparación con aquellas con liderazgo rígido o ausente.
Además del testimonio del experto, existen datos que respaldan cuantitativamente estos beneficios. El estudio “State of the Global Workplace 2023” de Gallup analizó más de 100.000 empleados en 160 países para evaluar los efectos del liderazgo sobre el compromiso laboral. Entre los hallazgos más significativos:
• Solo el 23 % de los empleados afirmaron estar “comprometidos” con su trabajo.
• Dentro de este grupo comprometido, más del 70 % afirmó tener un líder que “se preocupa genuinamente por su bienestar”.
• Equipos liderados por personas empáticas, accesibles y consistentes tuvieron un 43 % menos ausentismo laboral.
“El liderazgo no es una cuestión de carisma ni de control. Es una responsabilidad que, bien ejercida, cambia la vida de las personas con las que se trabaja. A veces, lo que separa un fracaso de un gran logro es simplemente la presencia —o ausencia— de un buen líder”, concluyó el experto.
