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En los últimos años, el atletismo ha vivido una evolución silenciosa pero determinante en sus prácticas médicas. Mientras el público general sigue asociando el rendimiento deportivo exclusivamente con el entrenamiento físico, la alimentación o la fortaleza mental, los especialistas han comenzado a mirar hacia un factor tradicionalmente subestimado: la salud dental.
Cada vez son más las maratones —en especial las de élite o de alto nivel competitivo— que solicitan exámenes dentales como parte de las evaluaciones médicas obligatorias para sus corredores. ¿La razón? Un creciente cuerpo de evidencia médica que demuestra que la boca no está desligada del resto del cuerpo, y que un problema bucal puede comprometer todo el desempeño atlético.
Aunque este enfoque ha sido más notorio en deportes como el fútbol profesional, donde entrenadores de alto perfil como Hansi Flick del FC Barcelona han implementado controles odontológicos regulares, el fenómeno empieza a consolidarse en disciplinas de resistencia como el running.
El argumento no se limita a la estética, ni a la prevención de caries. Va mucho más allá: un desequilibrio en la mordida, una infección silenciosa o el bruxismo nocturno pueden desencadenar problemas musculares, descompensaciones posturales y alteraciones en la oxigenación del cuerpo. Elementos que, en una carrera de larga distancia, pueden ser la diferencia entre terminar en el podio o abandonar en el kilómetro 25.
La doctora Diana Pulgarín, odontóloga especializada en salud deportiva que ha trabajado con múltiples atletas profesionales, sostiene que “la salud oral influye directamente en el equilibrio del cuerpo. Una infección dental puede generar inflamación sistémica, alterar la postura y hasta incidir en lesiones musculares frecuentes”. Esta afirmación, respaldada por diversos estudios recientes, plantea un cambio de paradigma en la medicina deportiva: la cavidad bucal no puede ser tratada como una estructura aislada.
Cuando un corredor sufre de periodontitis —una inflamación crónica de las encías provocada por bacterias— su organismo reacciona con una respuesta inflamatoria sistémica. Esta condición eleva los niveles de citoquinas proinflamatorias en la sangre, las cuales pueden provocar fatiga, dolores musculares o incluso favorecer la aparición de lesiones por sobrecarga. En un maratonista, esto significa pérdida de eficiencia biomecánica, disminución del rendimiento y mayor riesgo de lesiones.
Además, problemas como el bruxismo —rechinar involuntario de los dientes, muchas veces durante la noche— son comunes entre corredores de alto nivel, debido a la ansiedad previa a las competencias o al estrés acumulado durante el entrenamiento. El desgaste dental generado por esta condición no solo afecta la mordida y la estética, sino que también altera el eje mandibular, desencadenando contracturas en cuello, espalda y extremidades. Si la mandíbula pierde su alineación natural, el cuerpo entero se desbalancea.
Aunque buena parte de la evidencia se ha recopilado en el contexto del fútbol profesional, muchas de sus conclusiones se extrapolan al running sin mayor dificultad. En un estudio clínico publicado por el Instituto de Odontología del Deporte de Alemania, en febrero de 2025, se evaluó la salud oral de 187 atletas de alto rendimiento en disciplinas de resistencia. Más del 45 % presentaba algún tipo de infección oral no tratada, y entre estos, el 70 % reportaba molestias musculares recurrentes, fatiga inusual o pérdida de concentración durante competencias prolongadas.
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Otro estudio publicado en el British Journal of Sports Medicine mostró que atletas con enfermedades periodontales eran significativamente más propensos a sufrir lesiones musculares y a registrar tiempos de recuperación más lentos tras el esfuerzo físico. En este contexto, las maratones más exigentes del mundo —como las de Tokio, Boston o Berlín— han comenzado a colaborar con equipos multidisciplinarios que incluyen odontólogos, quienes realizan chequeos bucales previos para garantizar que los corredores no arrastren condiciones que pongan en riesgo su salud o desempeño.
En muchos casos, los odontólogos deportivos prescriben el uso de placas dentales personalizadas, no solo como tratamiento para el bruxismo, sino como herramienta preventiva. Estas placas ayudan a estabilizar la mordida, reducen la tensión mandibular y evitan el desgaste dental. Al usarlas durante el sueño o incluso en sesiones de entrenamiento intensivo, el atleta logra preservar el equilibrio craneocervical, clave para mantener una buena postura en la carrera.
Este tipo de dispositivos ya se han vuelto comunes entre corredores profesionales. Lo mismo sucede con tratamientos ortodónticos correctivos, que buscan alinear la mordida y distribuir de manera simétrica la carga que ejerce el cuerpo durante el trote. Incluso una pequeña desviación dental puede alterar la pisada, obligando al corredor a compensar con una postura asimétrica que, con el tiempo, produce lesiones en caderas, rodillas o tobillos.
¿Una tendencia que llegó para quedarse?
La incorporación de la salud bucal en las evaluaciones médicas previas a maratones no es una moda pasajera. Más bien, se trata de una consecuencia lógica de una mirada holística del rendimiento deportivo. Así como el control cardiovascular, la medición del VO2 máx o el estudio de la pisada ya son prácticas estandarizadas, la odontología deportiva empieza a consolidarse como una especialidad indispensable.
En Colombia, por ejemplo, algunos eventos como la Media Maratón de Bogotá han comenzado a trabajar de la mano con clínicas odontológicas para ofrecer evaluaciones gratuitas o con descuento a sus participantes. Aunque todavía no es un requisito oficial en todas las competencias, sí se ha vuelto una recomendación insistente para quienes planean correr más de 21 kilómetros.
Lo mismo ocurre en otros países latinoamericanos, donde el creciente a información sobre salud preventiva ha llevado a muchos corredores amateur a priorizar los chequeos dentales antes de iniciar un plan de entrenamiento. Incluso plataformas de running como Strava o Nike Run Club han comenzado a incluir consejos sobre salud oral dentro de sus contenidos educativos.
La boca, muchas veces ignorada en los planes de entrenamiento, ha resultado ser una pieza crucial del engranaje que compone al corredor. El cuerpo humano funciona como un sistema integrado, donde cada parte influye sobre el todo. Una encía inflamada puede traducirse en un músculo contracturado. Un molar infectado, en una mala pisada. Y un bruxismo no tratado, en una lesión lumbar.
Por eso, cada vez más maratones se preocupan por conocer el estado dental de sus participantes. No se trata de buscar la sonrisa perfecta, sino de garantizar que nada impida al atleta dar lo mejor de sí. La próxima vez que se prepare para correr 42 kilómetros, piense no solo en sus piernas o pulmones, sino también en su boca. Porque un buen maratonista se construye, diente por diente.
