{ "@context": "https://schema.org", "@type":"Organization", "name":"El Espectador", "url":"", "logo":{ "@type":"ImageObject", "url":"/pf/resources/images/favicons/favicon-EE-152.png?d=1053", "width":"300" }, "Point": { "@type": "Point", "telephone": "018000510903", "Type": "Servicio al cliente" }, "sameAs":[ "https://www.facebook.com/elespectadorcom", "https://twitter.com/elespectador", "https://www.instagram.com/elespectador/", "https://www.youtube.com//Elespectadorcom?sub_confirmation=1" ]}

Equilibrios turbulentos: Oligarquía y violencia en la Costa Caribe colombiana

20 de mayo de 2025 - 07:29 p. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

La ciencia nunca se detiene y nosotros, como aspirantes a científicos sociales, tampoco hemos dejado de desarrollar nuestro argumento sobre la existencia de dos sistemas oligárquicos en la periferia de Colombia. Sostenemos que la dualidad de oligarquía civil y oligarquía guerrerista es un «equilibrio turbulento» o una oligarquía gobernante frágil, pero en un perdurable equilibrio de poder que revela por qué la democracia y la violencia persisten una al lado de la otra.

En el centro de este argumento se encuentra la teoría de Winters sobre los modos oligárquicos de gobierno, que identifica variaciones de la oligarquía -un sistema sociopolítico de defensa de la riqueza- basadas en el grado en que los oligarcas ejercen la coerción y la gobernanza para defender sus riquezas. Por un lado, los oligarcas civiles, como los Chars, los Dávilas y los Gneccos, dominan la economía legal a través de los negocios, la política y el a los recursos del Estado. Mantienen su riqueza y poder a través de medios legales, como el control de proyectos de infraestructuras, cargos políticos y lucrativos contratos públicos. Su influencia está arraigada en el orden constitucional liberal de Colombia, que explotan para aumentar y blindar su riqueza, posicionándose dentro de la competencia política legal.

Por otro lado, los oligarcas guerreristas, personificados por figuras como Hernán Giraldo y Jorge 40, gobiernan mediante el ejercicio directo de la violencia y el control territorial. Estos señores de la guerra generan riqueza regulando y gravando el tráfico de drogas, la extorsión y otras economías ilícitas. Su poder se deriva de su capacidad para dominar militarmente las regiones, lo que les convierte en reguladores de facto de las economías locales y ejecutores del orden, aunque fuera de los límites de la legalidad estatal.

Le puede interesar: “No hay condiciones para el retorno de comunidades indígenas a Chocó”: Leyner Palacios

La interacción sistémica de estos dos modos oligárquicos crea un sistema de gobierno híbrido. Aunque cada parte actúa dentro de su ámbito -legal o ilegal-, interactúan de manera informal, lo que garantiza una negación plausible para los oligarcas civiles, al tiempo que concede a los oligarcas beligerantes cierto refugio político. Este nexo informal permite la persistencia de una oligarquía gobernante más amplia, a pesar de la inestabilidad inherente a cada subsistema.

En el Caribe colombiano abundan las pruebas de este sistema dual. Los oligarcas civiles han estado vinculados a grupos paramilitares, utilizando sus conexiones para asegurarse ventajas electorales. Sin embargo, su riqueza y estatus dependen de que se mantengan dentro del ámbito legal y eviten participar abiertamente en la violencia o la economía ilícita. Por el contrario, los oligarcas beligerantes no pueden entrar en la arena política formal. Su legitimidad y autoridad se derivan únicamente de su capacidad coercitiva y su control territorial, y sus intentos de participar en la política pública suelen acabar en fracaso (es decir, en encarcelamiento o muerte).

Esta división no es meramente teórica, sino que está arraigada en realidades empíricas. Los procesos de paz, como el Proceso de Justicia y Paz (2006) y el proceso de paz FARC-EP (2017), han revelado la fragilidad de estos arreglos oligárquicos. Estos momentos liminares rompieron el delicado equilibrio, exponiendo los lazos informales entre las élites políticas y los actores armados, como se vio durante el escándalo de la parapolítica. Simultáneamente, estos procesos crearon vacíos y oportunidades para nuevas configuraciones de violencia, reforzando el ciclo de oligarquías enfrentadas que compiten por el dominio territorial.

A pesar de las fluctuaciones y los momentos de crisis, los patrones estructurales de este turbulento equilibrio perduran. Los oligarcas civiles siguen dominando el ámbito político, beneficiándose de la estabilidad de los marcos jurídicos y los procedimientos democráticos, incluso en medio de la competencia. Los oligarcas beligerantes, por el contrario, están atrapados en un perpetuo juego de suma cero de rivalidad violenta, en el que el poder depende enteramente de su capacidad para ejercer la fuerza.

Este sistema dual ilustra por qué la democracia colombiana sigue siendo paradójicamente vibrante pero violenta, especialmente en sus periferias. La coexistencia de estructuras democráticas formales con sistemas paralelos de gobierno armado sostiene un orden duradero pero frágil. Entender esta dinámica a través de la lente de la teoría oligárquica permite una apreciación más matizada del rompecabezas colombiano: una democracia que es a la vez ferozmente disputada y sistémicamente limitada por corrientes subterráneas informales y violentas.

✉️ Si le interesan los temas de paz, conflicto y derechos humanos o tiene información que quiera compartirnos, puede escribirnos a:[email protected];[email protected];[email protected]o[email protected].

Por Jan Boesten

Por Grupo de Berlín (GIFK)

El Grupo de Berlin o Berliner Gruppe für interdisziplinäre Friedens-und Konfliktfors -GIFK-, en español: Grupo de Berlín para la Investigación Interdisciplinaria de la Paz y los Conflictos.

 

enriqueparra1978(84821)30 de mayo de 2025 - 11:45 a. m.
Los dos sectores tienen los mismos elementos estructurales: corrupción y amenazas. Los ricos compran contratos y los ilegales también: O creen que ellos no pagan? Pero todos se camuflan para no ser descubiertos ante la sociedad que tiene un tinte de legalidad. No todos los ricos son bandidos, ni todos los empresarios. Hay algunos que arriesgan más y se posicionan socialmente. Pero lo grave es que ambos conectan por plata con la fuerza publica. Allí esta el veneno.
Melibea(45338)25 de mayo de 2025 - 12:52 a. m.
Nunca he entendido porque hablan de democracia,si como usted explica muy bien estos grupos oligárquicos corruptos acaparan el estado para losbeneficios de ellos y los grupos que los apoyan.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar