Un VAR sin cámara lenta


El VAR poco a poco está cambiando el fútbol. No solo se anulan goles que son legales, a la luz del espíritu del fútbol, sino que, se demoran eternidades revisando las jugadas. Buena parte de este deterioro lo tiene el uso excesivo de la cámara lenta, que distorsiona la realidad. Sí, la realidad no es aquella que se ve fotograma a fotograma, sino la que se vive en tiempo real.

El fútbol es un deporte de velocidad, reflejos y decisiones instantáneas. Jugadores, árbitros y espectadores experimentan el juego en tiempo real, donde las acciones ocurren en fracciones de segundo. Sin embargo, al analizar estas mismas acciones en cámara lenta, se produce una descontextualización temporal crítica. Lo que en la realidad fue un movimiento instintivo, un o circunstancial o una reacción natural, puede aparecer como una acción deliberada, calculada o malintencionada cuando se observa fotograma a fotograma.


El uso de la cámara lenta en el VAR debe restringirse a aspectos que no lidian directamente con la forma en que se juega al fútbol. Una cosa es una patada, otra cosa es llegar tarde y pisar, o ser pisado por el rival. Uno merece amarilla, el otro, ni siquiera sanción. Que a un jugador lo pisen es natural, es fútbol, es o. El voleibol, con lo bello que es, está para quienes no quieren ser tocados por el rival.

El uso de la cámara lenta en el VAR representa una distorsión que amenaza la integridad de las decisiones arbitrales. Cuando los árbitros revisan jugadas polémicas, mediante imágenes ralentizadas, se crea una paradoja perceptiva que altera la interpretación de los hechos tal como ocurrieron en el campo.


Hay evidencia en la neurociencia que indica que nuestro cerebro procesa los eventos rápidos y lentos mediante diferentes mecanismos cognitivos. Al ralentizar una jugada, alteramos fundamentalmente cómo percibimos aspectos cruciales como la intencionalidad, la fuerza aplicada y la causalidad. Observar acciones en cámara lenta incrementa significativamente la percepción de premeditación e intención en quien las ejecuta.


Para mantener la coherencia conceptual, el VAR debería privilegiar la revisión a velocidad real, pues esta refleja las condiciones bajo las cuales se desarrolla el juego y en las que árbitros y jugadores deben tomar decisiones. El principio rector debería ser simple: evaluar las jugadas en las mismas condiciones temporales en que ocurrieron. Solo así se garantiza que el VAR sea una herramienta de justicia deportiva y no un instrumento que, paradójicamente, distorsione la realidad que pretende clarificar. El fútbol sucede a velocidad real, y es en esa realidad temporal donde sus acciones deben ser juzgadas.