
En los pasillos oscuros y las habitaciones húmedas de una hacienda —lo más parecido a una civilización— habitan mujeres que llevan 20 años trayendo crías al mundo para entregárselas a la selva, que es caos y voracidad. Unas y otros son “seres atrapados en el umbral de la vida y de la muerte, mientras rezan padrenuestros” y cuya religión pareciera ser “la de la sangre que la selva pide y la de la carne que la selva engulle”.
Así construye Elaine Vilar Madruga la arquitectura vertiginosa de “El cielo de la selva” (Elefanta del sur, 2024), una...
Por Juan Camilo Rincón
