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“Hoy estamos viviendo situaciones que creíamos superadas”

Desde hace un par de años, Paula Villada dirige la Fundación Corazón Verde, una organización que apuesta por el arte y la gastronomía para apoyar a integrantes de la Policía en medio del conflicto armado. En este chat, habló sobre su llegada al cargo, los retos que enfrenta y la realidad detrás de las cifras que pocos conocen.

11 de junio de 2025 - 01:35 p. m.
Paula Villada es la Directora Ejecutiva de la Fundación Corazón Verde desde agosto de 2023.
Paula Villada es la Directora Ejecutiva de la Fundación Corazón Verde desde agosto de 2023.
Foto: Fundación Corazón Verde
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Usted es quien lidera todo lo que ocurre con la Fundación Corazón Verde, toma las decisiones y después tiene unas implicaciones, unos retos. ¿Cómo fue ese nombramiento?

Fue hace un par de años que empecé como directora de la Fundación Corazón Verde. Realmente es algo que no me esperaba. Yo estaba muy contenta y tranquila donde estaba. Fue algo maravilloso porque me ha dado la posibilidad de conocer una población increíble. Estaba poco cerca de la Policía Nacional, y en este cargo he podido tener la oportunidad de conocer esta institución y creo que eso ha sido lo que más me ha gustado de estos primeros años en este cargo.

Obviamente, enfrentar un reto de conocer y empezar a aprender de áreas tan fantásticas como son el arte, la gastronomía, que son los medios con los cuales somos 100% autosostenibles, también ha sido fascinante. Yo entré un 15 de agosto y por esos días empezaba el primer “Alimentarte Food Festival”, nuestro evento más grande. Entonces, en mi primer día, yo llegué a trabajar en la oficina y resulta que todo el mundo se iba al parque al montaje. Y yo dije: “Esperen, voy, me cambio y me voy feliz al montaje”, porque es la mejor forma de aprender, cuando tienes la oportunidad de hacerlo ya en vivo. Esto es un evento increíble, es un evento masivo.

¿Por qué se le apuesta a la gastronomía, al arte? ¿Por qué esto y no otras cosas?

La Fundación empezó hace 25 años, y desde sus orígenes tuvo el acierto de decir: “Para que esta Fundación permanezca en el tiempo, tiene que ser 100 % auto-sostenible; de lo contrario, se puede perder la fe en ella”. El grupo de empresarios que la creó decidió generar fuentes de sostenibilidad que garantizaran su permanencia, enfocándose en eventos que la gente disfrute. A ti te invitan a una cena o a un evento gastronómico y vas feliz, no solo por ayudar, sino porque es un buen plan. Así, mediante grandes eventos, comenzaron a crear experiencias que generaran círculos virtuosos en los que todos se vieran beneficiados, haciendo que fuera sostenible. Cuando empezamos a sacar los caballos, los árboles, las mariposas o las flores que aún se ven en la ciudad, fue algo muy innovador. Imagínate una exposición abierta al público general, como cuando en la Plaza de Bolívar hubo alrededor de 80 caballos instalados.

Entonces nosotros hacemos el ícono, como el jaguar del que estamos hablando hoy, que es maravilloso y nos encanta porque es muy colombiano: es nuestro gran felino de América, símbolo de nuestra riqueza natural y diversidad. Se lo entregamos a artistas increíbles, tanto grandes maestros como jóvenes que están empezando. Puedes ver obras de Santiago Cárdenas junto a las de un grafitero, lo cual es fantástico porque permite unir dos mundos que parecen separados, pero que al intervenir estas piezas se convierten en uno solo. Además, el público puede encontrarlas en lugares como el Parque de la 93 o el aeropuerto El Dorado, y es fascinante porque se genera un círculo virtuoso donde todos se benefician: los artistas, la Fundación —porque el recaudo de estas obras va 100 % a sus programas— y el público, que las ve, se le alegra el día y disfruta de algo hermoso. Realmente ha sido una decisión ganadora tener el arte y la gastronomía como puentes de sostenibilidad.

Desde este cargo, hablando y trabajando con las familias, ¿qué cosas ha descubierto sobre el conflicto armado en Colombia?

Es muy triste porque uno cree que el conflicto armado ya pasó, pero hoy estamos viviendo situaciones que creíamos superadas. Para nosotros es muy duro, porque en lo que va del año ya han fallecido más de 95 policías. Y lo doloroso es que se vuelven cifras. Sale una noticia: “Ayer se murió un policía en el Valle”, y para la mayoría solo es eso, un número. Pero no son cifras: cada policía que muere es una madre que no vuelve a ver a su hijo, una esposa que no recibe de nuevo a su esposo, un hijo que crece sin su padre. Es un héroe de la patria que perdemos. Cada vez que fallece un policía, perdemos todos. Los presidentes van y vienen, todo cambia, pero la Fundación se queda, el dolor se queda. Las viudas y los huérfanos siguen ahí.

Por eso, desde la sociedad civil, intentamos respaldarlos, especialmente a través del Premio Corazón Verde, que hacemos cada año. Es una forma de decirles a quienes están: “Los apoyamos, los iramos”. Buscamos a esos héroes anónimos que trabajan en distintos rincones del país, que hacen su labor con amor, patriotismo y heroísmo, y que realmente transforman comunidades. Es ahí cuando te das cuenta de la realidad que estamos viviendo, y vuelves a decir: “Esto es el conflicto otra vez”. Recibimos postulaciones de policías que desactivan bombas, que enfrentan atentados guerrilleros, que defienden a sus compañeros durante horas. Es muy triste ver este retroceso en nuestra seguridad, y por eso, más que nunca, tenemos que apoyar a nuestros héroes de la Policía.

Hay un dicho que afirma que en la guerra no hay un “malo”, sino que es mucha gente haciéndose daño y destruyéndose unos a otros. ¿Está de acuerdo con eso?

Uno se da cuenta de que finalmente todos son víctimas. En una de las ocasiones del premio nos encontramos con una familia que ha tenido que llorar a dos hijos: uno policía y otro guerrillero, ambos fallecidos. La esposa lloraba a ese joven héroe de unos 20 o 30 años, con toda una vida y sueños por delante, que no solo era un héroe para su familia, sino para la patria. Es realmente conmovedor y muy triste ver cómo estos niños crecen sin sus padres, y cada vez son más jóvenes. Uno piensa: “Dios mío, son niños que mueren en este conflicto”. Por eso es tan importante este trabajo de reparación, reivindicación y restitución de derechos.

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