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Flor de Lava es un proyecto atravesado por la experiencia femenina. ¿Por qué quisieron que ese fuera su norte?
Este proyecto nos partió la vida en dos. Cada una de las seis venía apostándole a la música como artista solista independiente, pero el habernos unido multiplicó el eco de lo que estábamos haciendo cada una por separado, y eso nos catapultó hacia un mundo de posibilidades. El hecho de que esté atravesado por lo femenino no fue algo planeado, sino que se dio de forma natural. Nuestra revolución fue apostarle a lo colectivo. Somos seis compositoras, y en total fuimos 12 las que escribimos el disco, así que, por supuesto, son canciones atravesadas por lo femenino, pero no por una decisión consciente, sino por una condición de nacimiento. Nos alegra que tenga ese mensaje tan contundente, porque es honesto.
Este es un proyecto de seis voces. ¿Cómo ha sido crear música con una estructura así?
Para este primer disco nuestra mánager, Natalia Bautista, que además es la coproductora del álbum, nos llevó un fin de semana a Villa de Leyva junto con otras seis compositoras. Ahí hicimos sesiones creativas en las que ella nos dividía en grupos aleatorios y así fuimos escribiendo las canciones. Hacíamos una en la mañana y otra en la tarde, siempre con alguien distinto. Entonces, en las canciones de Flor de Lava hay un poquito de la voz de cada una, y también de otras compositoras como Laura Pérez, Maca (de Maca y Jero), Lala Moré, Daniela Cabrera, Lunalé y Natalia Bautista. Cada una trajo un pedazo de su mundo interior. Elegir las canciones que iban a formar parte del disco también fue un proceso orgánico. Nunca hicimos una reunión formal para decidirlo; simplemente, entre las 15 canciones que salieron de ese encuentro, pudimos identificar cuáles nos representaban a todas, y así quedaron las 10 del disco. La producción fue en enero, en dos semanas intensivas en Quinta Estudio, en Bogotá, el estudio de Natalia. Fue un proceso muy dinámico, porque nos apoyábamos mucho y éramos muy receptivas, tanto para proponer como para desarrollar las ideas de la otra. Esa doble vía de escucha y colaboración funcionó muy bien, porque cada una proponía desde su instrumento: Paula desde el teclado, Brina desde el bajo, las demás desde la guitarra o las percusiones menores, que todas tocamos. Fue un complemento bastante óptimo, porque no se trataba solo de “mi idea” o “mi instrumento”, sino de una voluntad real de compartir, de elegir escucharse entre todas.
Además, no solo compartían desde su sonido, sino también desde su experiencia de vida...
¡Claro! Cuando fuimos a escribir este disco no teníamos ninguna pretensión de hacer canciones que fueran impactantes, revolucionarias o trascendentales. Simplemente escribimos desde lo que nos atravesaba. Nuestras canciones son historias reales sobre lo que significa ser mujer, ser mamá, ser amigas, tener el corazón roto, que te digan “amiga, date cuenta”… es pura realidad. Y creo que esa magia se dio porque nos reunimos un grupo de mujeres muy chévere, en el que todas podíamos ser en libertad. Además, siento que hoy en día hay mucho de eso en la industria nacional. El parche de mujeres está fantástico. No sé si siempre ha sido así, porque cuando era más joven, recuerdo sentirme mucho más sola. En cambio ahora, cuando llego a los parches musicales, hay amor, hay complicidad. No solo con Flor de Lava, sino con otras compositoras, y eso me parece que es algo muy bonito de este tiempo.
Su música no solo les habla a mujeres de su misma generación, sino también a mamás y a abuelas, al igual que a hijas, que vinieron y vendrán. ¿Cómo fue la construcción de ese diálogo intergeneracional?
Fue un tema de reconocer a la mujer sabia que llevamos dentro. Porque claro, soy María McCausland, barranquillera, de 32 años, pero en mi ADN están todas las mujeres que vinieron antes y aquí, en mi vientre, están todas las posibilidades de las que vendrán después —si es que vienen—. Eso fue lo que se plasmó en el disco: la capacidad de abrirnos y dejar que toda esa energía fluyera. También hay que decir que en el grupo hay dos mamás, que son Pilar Cabrera y nuestra mánager, Natalia Bautista. Otras son hermanas, otras somos hijas únicas… hay muchas formas distintas de vivir lo femenino, y desde ahí escribimos. Nunca escribimos pensando “esto les va a hablar a las abuelas” o “esto les va a hablar a las niñas”. No. Eso fue algo que descubrimos después, cuando sacamos las canciones y empezamos a ver que conectaban con mujeres de todas las edades. Ahí fue cuando dijimos: “Este es un mensaje para la mujer en toda su transversalidad”.
Y ahora no solo de la mujer latinoamericana, sino también la española. Hábleme sobre la gira que van a comenzar en junio allá.
Este es un sueño hecho realidad. Va a ser nuestra primera gira juntas, y será una bastante nutrida: ya tenemos seis fechas confirmadas en Madrid, Málaga, Logroño, Barcelona, La Almunia de Doña Godina y Castellar del Vallès, y vamos a llevar el show que hemos preparado con este primer disco. La emoción es enorme, todavía no lo entendemos, pero, por otro lado, cada una lleva más de 10 años apostándole a la música como camino, entonces sabíamos que en algún momento tenía que pasar. Ahora tenemos mucha ilusión por ir y dejar el nombre de Colombia en alto. Igual, las expectativas son tranquilas: así haya una persona o mil en el público, nosotras vamos felices.
Finalmente, ¿qué nos puede contar sobre su proyecto solista y el disco que viene en camino?
Este disco va a ser, digamos, mi primera gran apuesta por consolidar mi sonido, después de muchos años de estar explorando, de probar una cosa, de intentar otra, de buscar. Siento que Flor de Lava, al ser un proyecto tan exitoso y que me abrió tantas puertas, me regaló algo invaluable: me quitó la presión sobre mi proyecto como solista. Y eso es algo que nunca voy a poder agradecer lo suficiente. Este trabajo llegó después de un EP que saqué, “Fragmentada”, que eran cinco canciones sobre una tusa espantosa, pero el nuevo álbum es más un momento de recogimiento, de introspección, de florecer después de muchos años.

Por Santiago Gómez Cubillos
