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Seguramente ha escuchado la frase “se llevan como perros y gatos”, un dicho popular que se usa para describir una relación conflictiva y difícil. Y es que solemos asociar a estos animales como dos polos opuestos, cuya convivencia parece casi imposible. Sin embargo, esta idea se aleja de la realidad. Con una socialización adecuada, perros y gatos pueden convivir en armonía e incluso formar un vínculo afectivo.
Ahora bien, si usted tiene un gato en casa y está pensando en adoptar un perro, o ya lo hizo, es importante reconocer qué puede estar sintiendo su felino ante la llegada de este nuevo integrante.
No todos los gatos reaccionan igual. Así como hay algunos que pueden mostrarse agresivos, esquivos o ansiosos, hay otros que podrían aceptar al perro sin mayor problema, e incluso mostrarse indiferentes o curiosos. Por eso, antes de llevar un perro al hogar, conviene hacerse algunas preguntas clave: ¿cómo es el carácter de mi gato?, ¿es miedoso?, ¿se estresa con facilidad?, ¿cuál es su umbral de tolerancia?, ¿es un animal geriátrico?, ¿ha tenido experiencias previas con perros?, ¿fueron positivas o negativas?
Todas estas respuestas pueden dar pistas sobre cómo podría reaccionar el gato y permitir anticiparse a posibles conflictos, preparándole mejor para la llegada del nuevo compañero.
¿Cómo saber si el gato está estresado con la llegada del perro?
Según la organización Blue Cross, el estrés felino puede manifestarse a través de cambios en la conducta o en el lenguaje corporal. Entre los signos más comunes se encuentran:
- Evitar situaciones o personas con las que antes interactuaba.
- Esconderse durante largos períodos.
- Mostrarse irritable o agitado.
- Tener comportamientos agresivos hacia personas u otros animales.
- Orinar fuera del arenero o rociar en casa.
- Acicalarse en exceso.
- Vocalizar más de lo habitual.
En cuanto al lenguaje corporal, se pueden notar señales como un cuerpo tenso o encorvado, orejas aplanadas, pupilas dilatadas, aumento en la deglución o lamido de labios, y espasmos o “ondulaciones” en la piel.
Detectar estos comportamientos a tiempo permite intervenir de forma adecuada y cuidar la salud emocional del gato durante el proceso de adaptación.
Consejos para introducir un perro en una casa con gato:
La presentación entre un perro y un gato debe hacerse de forma gradual, controlada y respetuosa. Lo primero es asegurarse de que el gato cuente con espacios seguros donde el perro no pueda alcanzarlo, para que pueda observar y retirarse cuando lo necesite.
Al inicio, es recomendable mantenerlos en habitaciones separadas y permitir que se familiaricen con los olores del otro intercambiando mantas o juguetes. Cuando llegue el momento del primer encuentro, este debe ser breve, en un entorno tranquilo, y con el perro sujeto con correa para evitar reacciones impulsivas. Nunca se debe forzar el acercamiento: el gato debe tener siempre la posibilidad de retirarse.
La clave está en tener paciencia, observar sus reacciones y avanzar al ritmo que marque el gato. En algunos casos, el proceso puede tomar semanas o incluso meses, y es completamente normal. También puede requerir la ayuda de un experto en comportamiento animal.
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