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El debate de las columnas del metro atravesadas en las estaciones de Transmilenio nos recuerda que contratar diseños por miles de millones de pesos, para luego desecharlos, es también una forma de corrupción y de “elefante blanco”.
Nada ha generado más polémica en Bogotá que la obra del Metro. Por más de 40 años de estudios, discusiones, diseños y renders no se veía ni un centímetro de obra. Después de tanto por fin vemos columnas, pilotes y avance por más del 50 %.
Sin embargo, el debate sigue. Recientemente Gustavo Bolívar publicó una foto de una estación de Transmilenio atravesada por una columna del Metro y aprovechó para decir que eso era una chambonada por hacerlo elevado. La alcaldía corrió a aclarar que todo estaba fríamente calculado y que son estaciones temporales, pero la ciudadanía sabe que en este país no hay nada más permanente que lo “temporal” y por eso no le creen.
Más allá de esa discusión que parece más bien anecdótica, lo realmente grave de esta situación es que el Metro elevado sigue haciendo ajustes a sus diseños, porque muchos de sus elementos de ingeniería de detalle no estaban listos. La diferencia entre los estudios de Petro y los de Peñalosa es que este último se arriesgó a contratar con unos diseños de ingeniería básica avanzada y el primero no logró hacerlo.
No es cierto que Peñalosa entregara unos estudios más avanzados o de más detalle que los que dejó Petro, tan sólo no alcanzó a contratar debido a la falta de experiencia de sus funcionarios y mucho de improvisación. En cambio, Peñalosa aprovechó que ya sabía contratar con el Estado (que es toda una ciencia) y que el Gobierno Nacional le dio el aval a su propuesta elevada, sólo porque el presidente Duque no quería que se construyera el metro de Petro.
Al darle vuelta a la historia, lo único cierto es que el Metro no se había construido porque no había la voluntad política combinada entre el gobierno Nacional y el Distrital. No era un problema de diseños, de posibilidades de ingeniería o de dificultades económicas, fue una decisión política. Una decisión que cambiaba cada cuatro años (o peor, cada dos años que era el periodo que tenían los alcaldes anteriormente). Una decisión que depende en gran medida de gobiernos nacionales que no le han querido invertir a Bogotá desde hace décadas, con el cuento de que Bogotá tiene plata y de que el centralismo nos tiene fregados.
Si hacemos la cuenta de cuántos estudios y diseños del metro se han tenido en los últimos 40 años podemos contar al menos siete estudios y diseños de ingeniería avanzada. Desde 1981 cuando Ineco - Sofretu y Consultoría y Sistemas de Colombia planteó la construcción de tres líneas férreas subterráneas y dos periféricas, sumando 92,8 kilómetros. En ese momento se avanzó en la formulación de estudios específicos y pliegos de licitación para una Línea Prioritaria de 23 kilómetros. Hoy, 44 años después, sigue la pelea política, aunque al menos estos últimos diseños sí se ven en obra y no sólo en renders y papel.
Es mucha la plata que el Distrito ha perdido en esos estudios y diseños, el diseño del metro subterráneo llegó hasta la etapa de ingeniería básica avanzada y costó 38,5 millones de dólares, mucho más que el presupuesto de la Secretaría de la Mujer en un año. Todo esto se botó a la basura, porque al igual que las obras inconclusas o elefantes blancos, los diseños desperdiciados son una forma de corrupción, ya sea porque se hacen mal y luego no sirven o porque cambia el gobierno y ya no los quiere usar.
Actualmente, en el Congreso se tramita un proyecto de ley que sanciona los “elefantes blancos” y pide castigos ejemplares para los funcionarios que los contratan, pero no se incluyen los diseños. Algunos podrían decir que obligar a construir los diseños de otras istraciones es amarrar a los gobernantes, que pueden tener una visión diferente de ciudad a la de su antecesor. Pero no puede ser que cada año se gasten miles de millones de pesos en diseños y luego se desperdicien.
La ley deberían obligar a tomar en cuenta los diseños, y si no los usa debería justificarlo muy bien, ya sea porque hay errores graves en su elaboración -por lo cual se debería sancionar al que los contrató- o porque no cumple con el POT. De resto, no podemos seguir botando la plata. El que no use los diseños anteriores que responda por la plata, porque con la plata de todos los estudios del metro podríamos hacer las estaciones más hermosas del planeta y no estar peleando por la columna en la mitad.

Por Blanca Inés Durán
