El truco de las mentes violentas
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Toda forma de violencia, criminalidad y delincuencia debe ser rechazada con firmeza y determinación. El terrorismo utiliza la “hegemonía excluyente” como estrategia para ganar simpatizantes, aliados y defensores estupidizados. Atraer la opinión hacia un centro ideológico camuflado de bondad y perdón es lo mismo que hacen los grandes depredadores de los pantanos con sus presas favoritas. Esa táctica, mezclada con la tragedia de Edipo, es el truco para igualar la agresión perversa y calculada al mismo nivel de las acciones defensivas de los agredidos.
Una vez igualada la feroz contienda, solo se impondrá sangrientamente el más violento, que generalmente es el agresor que planeó el ataque. No busquen empates astutos y perversos; esto no es un juego: es el futuro de agresores y defensores.
Fernando Medina
Élite contra el pueblo
Nada más antidemocrático que el editorial del 5 de junio, titulado “La consulta popular por decreto ofende el Estado de derecho”. Todo el país vio las “jugaditas”, la alteración del orden del día y el cambio de voto de uno de los congresistas para obtener las mayorías necesarias para hundir la consulta popular. Sugerir que esto es un “golpe de Estado” es, en realidad, prueba de que la élite solo se supera a sí misma en una estupidez mutua que revela su verdadera esencia.
La consulta popular evoca la esencia misma del Estado Social de Derecho. Quien debe intervenir para resolver un conflicto entre el Ejecutivo y el Legislativo es precisamente el pueblo, a través de un mecanismo de participación ciudadana consagrado en la Constitución Política de Colombia.
Inducir al error, como lo hace este editorial, es una muestra de la más absoluta falta de rigor argumentativo. Se busca destruir la Constitución por mero capricho ideológico, imponiendo una aristocracia autoritaria que se cree una monarquía imperial. Lo demuestra la frase del presidente del Senado: “No se le ha dado el permiso de hablar al pueblo”, expresión lamentable que retrata a quien la pronuncia: una persona que lleva más de 30 años en el Congreso y que ahora pretende acabar con las vías democráticas para defender a sus financiadores electorales, los mismos que sueñan con que el trabajador sea un “esclavo” y no un sujeto activo de derechos laborales.
Precarizar la fuerza de trabajo no solo destruye a la sociedad, sino también la naturaleza misma de la Constitución. Yo le pregunto a Efraín Cepeda: ¿sobre cuál Constitución legisla usted, la de 1886 o la de 1991? Porque parece creer que es un rey, cuando no lo es.
El pueblo no se rendirá ante las amenazas de la aristocracia. Hace 200 años vencimos a los españoles; si se necesita más tiempo para dejarlos a ustedes en el pasado, así se hará. Los enemigos del pueblo no prevalecerán por encima de él.
Alfonso Alegre
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