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Como siempre, las columnas de William Ospina en El Espectador dejan profundas reflexiones y su claridad para escribir lo convierten casi en un interlocutor con el hombre común y corriente por la sencillez y fluidez de sus palabras y expresiones. La de la edición del 18 de mayo no fue la excepción, pues mientras medio país le caía a Álvaro Leyva por escribir unas cartas al presidente Gustavo Petro, quedan voces como la de este ilustre escritor porque da una visión más serena e inteligente sobre el impacto de las mismas en la vida del primer mandatario y en la de la sociedad colombiana en general.
Comparto plenamente su apreciación respecto a estas misivas. Quizás para individuos con una personalidad tan compleja como la del presidente de Colombia, el mecanismo de las cartas sí funciona. Debe ser muy difícil abordarlo para plantearle tanta verdad y desnudar su alma para que reaccione como de pronto se esperaría. Esas cartas permitirán al pueblo colombiano saber si el venenoso Armando Benedetti tiene secuestrada el alma y la conciencia del presidente. Y aunque no lo sepamos ahora mismo, la historia y la investigación lo dirán con el tiempo. En todo caso, el doctor Álvaro Leyva ha sido muy valiente en arriesgar su integridad física y moral, para hacer conocer la realidad personal del doctor Gustavo Petro.
Adenda. Con inmenso dolor mi familia despidió a nuestra hermana mayor Sofía Alicia Córdoba de Rendón, quien soportó una larga y dolorosa enfermedad. Nos deja su don de gentes proyectada con su sonrisa y su profunda espiritualidad que la tradujo en su gran compromiso con las instituciones a las cuales estuvo vinculada buena parte de su vida: la Fundación de Promoción Integral y Trabajo Comunitario Corazón de María (PROINCO) y la Institución Secular Fieles Siervas de Jesús, donde dejó su huella indeleble. Esposa y madre, pero sobre todo una abuela feliz que disfrutó hasta el final de sus seis nietos. Se fue en paz y ahora damos gracias por su vida.
Ana María Córdoba Barahona
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