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“Se trata de enseñar a comer desde el amor, la información y el equilibrio”. Muy acertada me parece la conclusión de Juan Diego Quiceno en su artículo “Alimentarse de forma sana: ¿Le declaramos la guerra a las tortas de cumpleaños?” (El Espectador, 5 de junio de 2025).
Creo, sin embargo, que el artículo adolece de tres importantes defectos. El primero es proponer que existe un punto de equilibrio entre la negación absoluta de ultraprocesados a los niños y el consumo de alimentos naturales. Esto en nombre de permitir a los niños disfrutar de celebraciones “especiales” en las que las normas sociales aceptadas iten el consumo de ultraprocesados.
Me parece a mí que es algo así como tolerar el uso de vulgaridades en el hogar habida cuenta de su creciente aceptación en los medios, en la política, y en la sociedad en general. O regalar al niño una “ametralladorcita” de juguete, “todos los amiguitos tienen una”, o tolerar que de vez en cuando le pegue a la hermanita pequeña o acose al compañerito diferente, “todos lo hacen”.
No creo, como propone el autor, que los amigos vayan a rechazar la invitación a la fiesta de un niño porque su mamá les ofrece una torta y un ponche preparados con ingredientes naturales. Desde hace 18 años manejo un centro de asistencia escolar para niños vulnerables. Con el refrigerio ofrecemos a los niños un vaso de leche sin aditivos. Es cierto que al principio algunos niños rechazan la leche sin dulce, pero también es cierto que pronto aprenden a tomarla. Lo doloroso es que, en todo este tiempo, no hemos logrado conseguir que las mamás aprendan que la leche es mejor y más barata que las gaseosas.
Lo cual me lleva a la segunda observación. Las estrategias que propone el autor para remediar el consumo excesivo de ultraprocesados, básicamente la educación, no aplican a la mayoría de los colombianos. Recordemos que las familias de esta población carecen de medios de información diferentes a la televisión comercial y, recientemente, a las redes sociales, y por cada minuto que un niño presta atención a un maestro que enseña, recibe horas de adoctrinamiento a través de los medios.
La tercera observación es omitir la mención de los aditivos sintéticos en los ultraprocesados. En Estados Unidos, sede de muchas multinacionales que controlan hoy en día el mercado de la comida en el mundo y, en Colombia, se usan alrededor de diez mil (¡10.000!) aditivos sintéticos sobre los cuales la documentación proviene únicamente de su fabricantes, a pesar de que pesa sobre ellos la sospecha de ser causantes de la obesidad y de muchas enfermedades (Julia Belluz, “What Kennedy Gets Right About the Chemicals in Our Food”, The New York Times, May 12, 2025).
En resumen, es importante reconocer el daño irreparable a la salud de los niños que causan los ultraprocesados y es imperativo que el estado intervenga para que su consumo sea controlado como se controla el de muchos productos nocivos como el tabaco y el alcohol.
Ricardo Gómez Fontana, Guapi, Cauca
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