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Las cifras son una medición numérica necesaria para entender la magnitud de una realidad. Pero cuando la realidad se queda sólo en cifras, lo que evidencia es una enfermedad social: la ausencia de empatía y la muy desarrollada crueldad humana.
Un grupo de reporteros de este medio periodístico hizo un trabajo de seguimiento a los casos más recientes de menores de edad colombianos reportados como desaparecidos y luego asesinados. El reportaje se titula “El Espectador le explica los casos de ataques violentos en contra de niños y niñas en Colombia” y ahonda en todos los tipos de violencia que los adultos cometen contra hijos, hijas, hijastros o niños y niñas desconocidos y demuestra que, en el hogar, la calle o un colegio, un menor de edad siempre tiene un potencial riesgo de ser atacado.
Sólo en Bogotá, las cifras sobre la tragedia que ronda a la infancia son escalofriantes. Entre enero y agosto de 2024, según Medicina Legal, 60 menores han muerto en la capital del país por situaciones diversas: 25 niños y niñas murieron por homicidio, hubo 22 suicidios, nueve muertes accidentales y cuatro por accidente de tránsito.
“Este mismo año, se han registrado 15 feminicidios de menores de edad y 1.103 niños, niñas y adolescentes —NNA— desaparecidos, siendo Bogotá una de las ciudades con más casos”, advierte el informe de El Espectador. Para empeorar, según información de la Policía Metropolitana citada en el artículo, en lo corrido del año en Bogotá ha habido un aumento el 77 % en delitos contra menores.
Ojo: tres menores de edad desaparecen al día en Colombia, y en Bogotá, diariamente, son violentados sexualmente siete menores de edad, la mayoría de las veces en las vías públicas.
¿Les parecen cifras muy bajitas? ¿Y si uno de esos números fuera su hija o su nieto?
El Espectador recuerda el caso de Michel Dayana González, quien desapareció el pasado mes de diciembre en el barrio San Judas de Cali. La niña tenía 15 años, salió de su casa y apareció desmembrada en varias canecas de un taller de carros del barrio en donde vivía. Harold Andrés Echeverri, el vigilante del lugar, fue quien la asesinó. Ese hombre tenía antecedentes por delitos sexuales y había estado en prisión, pero había quedado en libertad un año atrás.
Mariana Botero Ruge, abogada penalista y experta en violencia de género, entrevistada para el reportaje, explicó que en el asesinato de Dayana “se denota el desprecio hacia el cuerpo y la dignidad de la niña. Esto suele ocurrir en los casos de feminicidio y evidencia cómo la dignidad de la mujer es reducida al mínimo. Ya no se la entiende como un ser humano sujeto de derechos, sino como una cosa que puede ser comprada, vendida, destruida y, en últimas, desmembrada”.
En total, son 1.716 delitos sexuales contra menores de edad lo que ha reportado Medicina Legal este 2024. La cifra, por supuesto, está muy lejos de la realidad porque son muchos los casos que nunca son denunciados ante las autoridades. El subregistro puede doblar el número de víctimas.
Lo más espantoso contra los NNA ocurre en el lugar que debería ser el espacio seguro y amoroso: el hogar. Entre enero y septiembre de 2023 y el mismo periodo de tiempo en 2024 la violencia intrafamiliar tuvo un incremento de 133 % al pasar de 2.810 casos a 6.551. “Cada hora un menor es víctima de violencia intrafamiliar”, dice el reporte.
Los niños, niñas y adolescentes de Colombia son violentados de todas las formas posibles y sus casos siguen engordando las cifras de un aparato de justicia desbordado e incapaz de, por lo menos, mantener tras las rejas a los abusadores sexuales.
¿Está muerto un país que ve cómo matan y desaparecen a niños y niñas y no reacciona?
El alma, el espíritu de Colombia, aunque quieran negarlo con cuentos del país más feliz del mundo, si no están muertos, están muy enfermos.
* Periodista
