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El divorcio entre Vanguardia y Diego Caricatura tiene tufo de censura

Columna del lector: Sofía Hernández Pasachoa
10 de octubre de 2023 - 07:00 p. m.
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Apostarle al buen periodismo en Colombia es complejo, y si estás en una región es el triple de difícil. Con las elecciones cerca llegan las mordazas, las presiones y las censuras crecen como arroz. La historia a continuación es sobre el dibujante Diego Caricatura, quien fue contratado y rápidamente sacado del periódico Vanguardia por incomodar en Santander.

La pluma de un periodista joven sufrió con la salida de Vanguardia. Hoy Diego sigue publicando sus caricaturas en redes sociales.
La pluma de un periodista joven sufrió con la salida de Vanguardia. Hoy Diego sigue publicando sus caricaturas en redes sociales.
Foto: Cortesía de: Diego Caricatura.

Después de estudiar un pregrado y trabajar en Canadá, Diego García Neira volvió a Bucaramanga en 2015. Desde afuera entendió el circo político de su ciudad. El primer medio local que le dio trabajo fue la emisora Onda 5, en la que germinó su pasión por la sátira política.

Se sintió en su salsa. Y poco a poco recordó y entrenó su talento en el dibujo. Hoy, la caricatura diaria firmada por “Diego”, o más conocido como Diego Caricatura, es esperada por miles en redes sociales. Tiene dos libros encima, Bucaramanga en 101 caricaturas y el más reciente 50 maneras de identificar a un corrupto. Son recopilaciones de ocho años retratando la realidad santandereana y nacional. Con esta introducción de nuestro protagonista, paso a narrarles esta historia extraña que pone en jaque a la libertad de expresión.

Todo inició el 30 de julio. Diego, luego de distintas conversaciones y encuentros con un viejo conocido suyo, Javier Flórez, actual director de Vanguardia, empezó a plasmar en sus viñetas la contienda electoral para el medio local más importante y antiguo de la región. El segundo libro del caricaturista estaba recién salido del horno y las elecciones del 29 de octubre le respiraban en la nuca al periódico. Estas dos casualidades escribieron la corta historia entre Diego Caricatura y Vanguardia, que se puede resumir en lo difícil que es retratar la política regional cuando no se hace desde Bogotá.

Las dificultades empezaron con la negociación. El periódico no tenía un solo peso para ofrecerle por su trabajo. Diego dio una solución: “Yo tengo un producto con el que hago plata, mi libro, 50 maneras de identificar a un corrupto, ayúdenme a venderlo con publicaciones en Vanguardia y yo les hago las caricaturas”. Se estrecharon las manos y el acuerdo quedó pactado.

Cada martes, jueves y domingo los lectores entendían la política con ironía y sencillez. Le daba palo, por igual y sin temerle a ningún partido, a candidatos a la Alcaldía de Bucaramanga y la Gobernación de Santander. El panorama pintaba divino hasta que Diego dibujó, sin miedo, a gente que al parecer no debía. Sin saberlo, el domingo 24 de septiembre, salió su última caricatura de este especial, La cruzada del pastor. Los personajes eran Jaime Beltrán, “el Bukele bumangués”, y el representante a la Cámara por Santander, Óscar Villamizar, acompañado del expresidente Álvaro Uribe Vélez.

Esta es la última caricatura que Diego publicó en “Vanguardia”.

Para el martes 26 de septiembre, su espacio había sido removido. Resistir las presiones que de distintos sectores políticos le hacían a la dirección de Vanguardia se convirtió, en palabras de su director, “insostenible”. Prefirieron terminar el acuerdo.

Al otro lado de la línea, Diego escuchó: “no quiero que Vanguardia sea un lugar de debate político, quiero que sea algo más calmado”. El caricaturista aceptó la noticia con resignación. Se despidió con una petición clara para el director, Javier Flórez: “así como se anunció mi ‘contratación’, anuncien que yo no seguiré más en el periódico”. Ese comunicado nunca llegó.

Por respeto a sus lectores, el dibujante aclaró su salida en sus redes sociales. Nunca mencionó que hubiese censura.

Opinar, en la región, cuesta más

Para entender más el contexto tradicional, hay que revisar algunos casos. Santiago Gómez Mejía, profesor y economista, publicó cerca de 500 opiniones en Vanguardia. En 2012, el medio le ofreció un espacio semanal y decidió dejar su anterior casa editorial, La Tarde de Pereira.

Nunca hubo un tema al que le dijeran que no, nunca tuvo que cambiar ni una coma en una columna. El periódico le permitió escribir lo que quería. En 2022, también con elecciones encima, el economista decidió hablar de Federico Gutiérrez. El primer mensaje que recibió Santiago fue: “esa columna no le gustó para nada al periódico”. El mensaje pasó desapercibido para el columnista. El verdadero golpe fue una semana después, cuando el director le informó que ya no publicarían su columna en el impreso, solo en el digital. ¿La justificación? Necesitaban más páginas para publicidad. Santiago aceptó, extrañado, pero dispuesto a mantener su espacio.

El día en que su siguiente columna debía ser publicada, en digital, no salió. Para Gómez Mejía el mensaje fue claro. El economista tomó la decisión de no volver a escribir para Vanguardia. Nunca pidió explicaciones.

La oveja negra de los Galvis

La historia de Silvia Galvis Ramírez parece jamás dejar de repetirse. Hija de Alejandro Galvis Galvis, fundador de Vanguardia Liberal, abandonó las páginas del periódico de su familia por atreverse a hablar en contra del partido de su papá.

Silvia peleaba y no callaba. Hasta el expresidente López Michelsen no se salvó de que el vozarrón crítico de Silvia lo alcanzara. La situación llevó a que Alejandro Galvis se disculpará con el político, quien aceptó las excusas, pero remarcó que ella era la “oveja negra de la familia”.

Tiempo después, desgastada, llegó a El Espectador en 1992, de la mano del entonces jefe de redacción Juan Pablo Ferro. Ferro recuerda por qué sumó a Silvia a la redacción: “queríamos reforzarnos, sobre todo, en la edición dominical, pues García Márquez se había ido y Antonio Caballero también se fue porque en una revista le ofrecieron más plata. Ahí, yo pensé que la cabeza de Silvia y su periodismo nos ayudarían mucho. Hablé con Juan Guillermo Cano y de una me dijo que sí. Debo aclarar que a Silvia jamás le escuché una palabra sobre las disputas familiares y de Vanguardia. Ella, lo que tenía de férrea, crítica, satírica, comprometida e intelectual, lo tenía de prudente. Tiempo después me enteré de todo el agarrón que había internamente por el nivel y el talante del periodismo de Silvia, pero nunca por ella. Y, como El Espectador es libre, y Silvia veía e interpretaba el mundo de forma libre; entonces, esa unión libre, que nunca matrimonio porque Silvia me mata, fue y es para siempre”.

Claro, Silvia se hizo un nombre a nivel nacional y Vanguardia, arrepentida, le pidió que volviera para ser directora. Eso sí, después de probar la libertad en un periódico como El Espectador, esta mujer iba a ser imparable, así que la pusieron a liderar la unidad investigativa.

El final de un “matrimonio express”

¿Qué pasó entonces con el cuento de Diego Caricatura? Si usted se va a X se dará cuenta de que el único “comunicado” que salió de Vanguardia fueron unas palabras de Javier Flórez donde se excusó: “comencé a recibir críticas y cuestionamientos por su vínculo familiar con la directora política de una campaña local”. La campaña es la de Horacio José Serpa.

Diego a estos señalamientos los tachó de “injustos y falsos”. Según él, atentan contra su ética profesional que es lo que más lo molesta, pues sus caricaturas retrataron por igual la absurda realidad de la política en Santander, sin importar las conexiones que tengan sus familiares.

Estas caricaturas de Diego Caricatura muestran que ningún candidato se salvó de su sátira.

Y mientras Javier sigue diciendo que lo que ocurrió no fue censura, sino que fue “una decisión editorial”, caricaturistas del calibre de Mheo, con décadas de trabajo, veterano de mil batallas por la libertad de expresión y con siete Premios Simón Bolívar, piensan que la salida de Diego “retrata a una prensa apocada y decidida a sobrevivir sin pisar callos”. Cual profeta, el pereirano supo describir a la perfección lo complejo de hacer periodismo en la región.

Por Sofía Hernández Pasachoa

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Orlando(56030)02 de noviembre de 2023 - 01:51 p. m.
Kekar, el caricaturista estrella de Vanguardia por más de 45 años, fue defenestrado por atreverse a caricaturizar al innombrable que gobernó a Colombia entre el 2002 al 2006, previa advertencia de la Dirección para que no hiciera. Cuando debió acudir a la solidaridad de sus colegas como Matador, Mheo, Vladdo, Beto, Palosa, etc., prefirió el ostracismo.
Jeannette(70925)29 de octubre de 2023 - 11:13 a. m.
Una lástima que Vanguardia haya caído en políticas similares a la de la Revista Semana
Jeannette(70925)29 de octubre de 2023 - 11:08 a. m.
Muy pertinente la comparación con el caso de Silvia Galvis quien además era gran iradora de Alfredo Greñas, otro gran caricaturista santandereano
Fernando(01465)20 de octubre de 2023 - 09:35 p. m.
Muy buena la columna. Gracias. Qué episodio tan lamentable, como otros que se han vivido de tiempo en tiempo en la prensa colombiana, y no solo en la regional.
José(91448)17 de octubre de 2023 - 11:49 a. m.
¿Qué dice la Flip? Solo aparece cuando tocan a Vickicita. Vanguardia, El Tiempo, etc.etc. no permitirán a ningún periodista pasar la línea roja de sus intereses económicos y políticos. Lo que pasó con Diego no tiene discusión: es censura. Aquí no pinta más quien ataque a mis políticos consentidos. Ya va como Semana, uno comenta y si no está de acuerdo con ellos, bloquean el comentario. ¡y dicen defender la libertad de expresión...la de ellos!
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