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Hoy le cedo este espacio con orgullo, pero a la vez con tristeza, a las reflexiones de mi hija sobre el dolor que siente por lo que está viviendo Colombia hoy. Estoy segura que miles de jóvenes las comparten. Es por ellos que no podemos dejar que lo que tanto trabajo nos ha costado construir se destruya. Y es con ellos que debemos reconstruir lo que hemos perdido por el odio, la violencia y la intolerancia.
“No vivo en Colombia hace ocho años. Aun así, mi corazón nunca se ha ido. Siempre intento tener un pie en Colombia. Y hoy ese corazón duele como no dolía hace mucho tiempo. Desde que vivo afuera, me pregunto cómo le explico a alguien que no creció en Colombia ese dolor que se siente profundo, ese dolor de país, ese dolor que, desafortunadamente, aprendimos a sentir y a nombrar desde muy chiquitos.
Pienso en Miguel y en su familia. Pienso en la tragedia que se repite. Pienso en su equipo y en los escoltas que lloraban. Pienso en el temor que deben estar sintiendo las otras candidaturas. Pienso en Carlos Fernando Galán, a quien esto seguro le toca las fibras más profundas, sereno y asertivo dando declaraciones afuera de la clínica. Pienso en el sicario de 15 años y en lo que tuvo que suceder para que llegara ahí. Pienso en todas las muertes violentas que no vemos.Pienso en la zozobra de nuestros papás cuando esto pasó una y otra y otra vez en los 80 y los 90. Pienso en los hijos de quienes mataron en ese momento, que hoy están tratando de llenar esos zapatos que sus papás dejaron vacíos demasiado pronto.Pienso en nosotros. Pienso en nuestra generación. Es con nosotros.Siento rabia, zozobra y tristeza. “Colombia es inviable, Colombia es un eterno bucle de violencia”, pensé cuando vi la noticia, y lo he dicho varias veces desde el sábado.Pero me niego a creer que ese sea nuestro destino. No me niego por ceguera. Lo veo. Lo escucho. Pero me niego a creerlo por convicción y terquedad. Tenemos que ser capaces de imaginar, de construir una democracia en la que el disenso nos haga más grandes, en la que quienes tienen cargos de autoridad y ejercen liderazgo tengan la grandeza de ver a los opositores a los ojos, de no lanzar insultos, conspiraciones y ataques a la ligera, en la que los ciudadanos seamos también capaces de mirarnos al espejo y parar el círculo vicioso que empieza con las palabras, en la que hacer política no cueste la vida ni a un candidato presidencial en Bogotá, ni a una lideresa social en Toribío.Yo me comprometo a unirme con otros desde la tristeza que esto nos genera y no desde la rabia, a ser más reflexiva y consciente de mis palabras, a buscar de forma más intencional conversaciones con personas que piensan realmente diferente, y mantengo mi compromiso de construir en Colombia, aportar a Colombia, desde donde sea que esté. No quiero que mis sobrinos tengan que aprender qué es el dolor de país.
Sofía Salas Ungar
