{ "@context": "https://schema.org", "@type":"Organization", "name":"El Espectador", "url":"", "logo":{ "@type":"ImageObject", "url":"/pf/resources/images/favicons/favicon-EE-152.png?d=1053", "width":"300" }, "Point": { "@type": "Point", "telephone": "018000510903", "Type": "Servicio al cliente" }, "sameAs":[ "https://www.facebook.com/elespectadorcom", "https://twitter.com/elespectador", "https://www.instagram.com/elespectador/", "https://www.youtube.com//Elespectadorcom?sub_confirmation=1" ]}
Publicidad

Atalaya

El placer de odiar

Juan David Zuloaga D.
22 de mayo de 2025 - 05:04 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Hablaba la columna pasada de la consternación que me produjo una frase de un personaje de El alba de Elie Wiesel. Debía matar a un hombre que no conocía y de quien nada sabía: «No sabía si se rascaba la nariz al comer, si hablaba o callaba cuando hacía el amor, si le gustaba odiar, si engañaba a su mujer, a su Dios, o a su porvenir. Lo único que sabía es que era inglés; que era mi enemigo» (las cursivas son mías).

Decía que nunca se me había ocurrido que a alguien le gustara odiar. Luego, sin embargo, releyendo el texto, me vino a la memoria el ensayo de William Hazlitt, El placer de odiar. Por qué había puesto en un anaquel lejano de mi biblioteca mental aquel ensayo decidido de título vehemente es cuestión que habría que preguntar a la inconstante memoria. El caso es que me vi conminado a volver al ensayo de Hazlitt para recordar en qué regiones de la existencia encontraba el autor placer y lugar para el odio y para estudiar cómo se objetivaban esa malquerencia y esa animadversión por sus contemporáneos y por el mundo que lo rodeaba.

Erudito, ensayista, crítico literario, estudioso y comentarista de la obra de William Shakespeare, escoliasta de las máximas de La Rochefoucauld, es también William Hazlitt autor de esta pieza ensayística.

Escrito con la tinta de un cinismo desencantado y férreo —«No se ha exagerado el valor de la bilis, y nada conserva tanto como un conocimiento de misantropía. De todo nos cansamos, menos de poner en ridículo a nuestro prójimo y congratularnos de sus defectos»—, el ensayo propone que sin el odio caeríamos presas de la inacción y del tedio: «La naturaleza parece realmente (y tanto más cuanto más la observamos) hecha de antipatías; sin algo que odiar, perderíamos el veneno del pensamiento y de la acción». Aparecen entonces la envidia y las ansias de opacar y de aplastar a los demás, tan predominantes en ciertas naciones, incluida la nuestra: «La veta blanca de nuestro propio destino brilla más (y a veces aun sólo así se torna perceptible) cuando se hace en torno de ella la mayor obscuridad posible».

Denigra del nacionalismo, de los viejos y de los nuevos amigos, de los libros recientes y de los vetustos y venerables, de las opiniones propias y de las ajenas en páginas y reflexiones que recuerdan algunos capítulos del Cándido de Voltaire. Hastiado, no obstante, de ese nihilismo exacerbado, parece encontrar refugio y consuelo en la belleza de las pinturas de Tiziano. «¿Qué me impide, entonces, poner esta imagen de belleza encantadora a modo de una barrera perenne entre la desgracia y mi propia persona?». Pero vuelve el desencanto a la carga: «Pues porque la alegría exige un mayor esfuerzo del espíritu para sostenerla que la tristeza; así que, al cabo de una breve tregua de placer, instintivamente nos volvemos de lo que amamos hacia lo que aborrecemos». Ocurre todo como si sólo el odio fuese el único motor válido para la acción: «No podemos soportar un estado de indiferencia y de tedio». Tesis inquietante de todos los apologistas de la oposición y de la discordia, desde Empédocles y Séneca hasta Nietzsche, pasando por el propio Hazlitt.

El ensayo, sin embargo, es menos crudo de la que el título promete. Y termina por concluir el autor que no odia tanto al mundo como a sí mismo, pues sabe que el mundo y sus gentes son volubles e ingratos. Y sabiendo esto, encuentra una razón para odiarse y despreciarse, sobre todo por no haber odiado y despreciado lo suficiente al mundo. Y en esa conclusión y en esa argucia argumentativa entreveo aún cierto lugar para la esperanza. E incluso para el amor.

@D_Zuloaga

[email protected]

Conoce más

 

jairo sanchez(20827)22 de mayo de 2025 - 06:12 p. m.
Pareciera que el título de la columna se refiriera a un forista de este diario, cuyo alias es Atenas.
  • Gines de Pasamonte(86371)22 de mayo de 2025 - 10:20 p. m.
    Jairo, el periodista no va a perder su tiempo con un mentecato como atenitas. ¡Tenlo por seguro!
John Arbeláez Ochoa(ek2r0)22 de mayo de 2025 - 05:30 p. m.
homo homini lupus
Atenas (06773)22 de mayo de 2025 - 12:34 p. m.
El interesante texto comporta una pregunta obligada,¿hay acaso un lado oscuro en el ser humano o mala levadura?¿Es el odio su fruto? ¿O esas sombras tan oscuras- así llamó a tales impulsos negativos u ocultos el célebre C.Jung- q’ en nuestro interior medran no son mås q’ el resultado del entorno de los primeros estadios mentales?¿O no siempre la natura es providente?Pese a mi escepticismo mås me inclino por ser panglosiano a objeto de ponerle sentido a la vida. Atenas.
  • Unus et alter(71824)22 de mayo de 2025 - 02:26 p. m.
    Apenas, el payaso de los foros de EE. Detestable y despreciable canalla.
leunamuno(9808)22 de mayo de 2025 - 11:57 a. m.
Si su escrito no despertara alguna emoción sería perdido, cualquier reacción humana es generada por una emoción. Su escrito será gélido para algunos, caluroso para otros o insignificante para otros más, No hay necesidad de citar tanta gente que le puede dar valor a lo que escribe, si usted tiene confianza en lo que osa exponer, porque a la hora de la verdad todo tiene una cara diferente según la época en que se presente, debido a que el tiempo cambia las circunstancias y la forma de
leunamuno(9808)22 de mayo de 2025 - 11:57 a. m.
interpretarlas. El odio puede llegar a ser tan orgásmico como el mismo orgasmo, o en ocasiones mayor e incluso un orgasmo puede llevar implícita una ferocidad contra el ser que nos sirve de alivio a nuestra emocionante irracionalidad.
Ver más comentarios
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar