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En su libro Antología I, Alberto Lleras Camargo –escritor en el que encuentro relax literario, y a veces político, sobre todo en sus textos de las décadas de los 40 y 50 del siglo XX, aunque mucho más en las anteriores–, di con un fragmento en el que se refiere a Guillermo León Valencia como opción presidencial a inicios del Frente Nacional. Reconocía Lleras que el hijo del poeta de “Los camellos” no se había leído ni un estante de los muchos que tenía la biblioteca de la Casa Valencia en Popayán, sugiriendo que su padre tal vez se los había leído todos. Pero concluía Lleras: “Pero aún sin leer, Guillermo León vivía en la atmósfera y en la constante intimidad (...) de varias bibliotecas. Desde niño (...) este muchacho aspiraba el polvo de la leyenda, recreada por el hidalgo, restaurada por el poeta, vivida por el grande hombre. Esa ventaja en la carrera no la ha desperdiciado el señor Valencia…”.
Es de suponer que Paloma Valencia, bisnieta del poeta y nieta de Guillermo León, tampoco desperdicie esa atmósfera de sus antepasados. Aunque tal vez no ha explotado ese ámbito suficientemente, quizás porque supone que la atracción popular hoy en día está más del lado de lo digital. Lo que sí es cierto, es que ha leído mucho más que su abuelo, lo que le bastó a este para ser presidente, aunque menos que al poeta, que nunca lo fue. El hecho es que ahí está en el quinteto uribista, compartiendo cierto anonimato en las encuestas, al lado de un sombrero que tiene debajo un señor de apellido Barrera; de una Cabal que siendo funcionaria de la fiscalía hace años, les pasaba datos por debajo de cuerda a los próximos extraditables, por lo que la cesaron, y sigue pensando que estamos en tiempos de vacas, haciendas y peones. De una antioqueña de la cultura “¡entonces qué papá!” y un casi cuarentón “igualito al abuelo” que no sabe que el turbayismo está espantado de la memoria nacional porque se dedicó, mediante su despreciable “estatuto de seguridad”, a encarcelar y torturar ancianos de la cultura –Luis Vidales y Guillermo Abadía–, y hasta hizo que nuestro Nobel, Gabriel García Márquez, se fugara exiliado en la noche “por ser del M-19”.
Anda también por ahí, dándoselas de precandidato, un tal Pipe Córdoba, pereirano, excontralor, disfrazado de Zelenski, convocando reservas de las fuerzas militares “para salvar al país”. Y otro tal Santiago Botero, un matasiete completo: “Dios se me apareció y me dio la misión de salvar al país utilizando el modelo de El Salvador”. Se equivocó María Alejandra Villamizar organizándole un set en la terraza del Palacio de Justicia.
Está también Mauricio Lizcano, ex Mintic, quien se presenta como el candidato del “Sentido común”. No te olvides, muchacho, que Bukele y Trump fueron candidatos de lo mismo y están demostrando en sus presidencias que ese es el menos común de los sentidos. Ojo, que eso está muy descontinuado y venido a menos.
Y hay más gente y algunos llegan, como Roy, que se las trae. Están los del catálogo de siempre: la López; la de Sudameris, Nutresa y Semana; Fajardo; un nuevo que se está colando: Daniel Quintero; Bolívar, María José, la Corcho, que pinta como buena, y una que es una lástima que ya no tenga tiempo de renunciar para no inhabilitarse: Martha Viviana Carvajalino Villegas. Esa muchacha ganaría por el Pacto Histórico, y tendríamos una primera mujer presidenta.
Luego sigo, porque son muchos. Lo siento.
