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Donald Trump tiene fantasías de autócrata. En unos días, para celebrar su cumpleaños, celebrará un desfile militar supuestamente para demostrar el poderío del Ejército de los Estados Unidos, pero en un acto que recuerda a los peores caudillos con ínfulas de dictador que ha tenido el planeta. Al mismo tiempo, sin justificación alguna, amenaza con encarcelar a un gobernador de la corriente política contraria, mientras aprovecha las protestas en Los Ángeles para sembrar la idea equivocada de que su país está enfrentando una invasión que necesita ser reprimida a la fuerza. De cómo respondan las instituciones dependerá el futuro de la democracia estadounidense.
Entre todo lo que está ocurriendo, el desfile militar es quizá lo más inocuo. Se trata de una anécdota más en la larga lista de historias que revelan al frágil ego de Donald Trump, sus delirios imperiales y la pérdida de legitimidad que ha sufrido la figura presidencial bajo sus gobiernos. Sin embargo, es útil mencionarlo, porque mientras en la costa este de Estados Unidos habrá una celebración, en la costa oeste las fuerzas armadas están siendo empleadas con fines que vulneran la Constitución, violan el federalismo y amenazan las libertades individuales. La pompa no puede disfrazar el descenso hacia la autocracia.
En Los Ángeles estallaron protestas contra el ICE, agencia que persigue a migrantes en condición irregular, que ha sido la punta de lanza de las políticas de Trump. El sábado pasado, el Departamento de Policía de Los Ángeles emitió un comunicado: “Hoy, las manifestaciones en la ciudad de Los Ángeles se hicieron de manera pacífica, y celebramos a todas las personas que ejercieron sus derechos de libertad de expresión de manera responsable”. Esa no fue la historia que contó Trump y la red de desinformación que lo rodea. Como escribió Steven Lee Myers para The New York Times y republicó El Espectador, “muchas publicaciones crearon la falsa impresión de que toda la ciudad estaba sumida en la violencia, cuando los enfrentamientos se limitaban solo a una pequeña parte. Al mismo tiempo, se difundieron imágenes falsas para reavivar viejas conspiraciones de que las protestas eran una provocación planeada, no una respuesta espontánea a las redadas de inmigración”.
El mismo presidente Trump no se quedó atrás. Dijo que los manifestantes eran “insurrectos a sueldo”, que “bajo su istración este tipo de anarquía no se va a tolerar” y que es necesario “detener la invasión”. Invocando una norma para tiempos de guerra, envió 4.000 tropas de la Guardia Nacional y 700 de la Marina a tomarse las calles de Los Ángeles. Al mismo tiempo dijo que Gavin Newsom, gobernador demócrata de California, debería ser encarcelado por oponerse a estas decisiones.
No se trata de ocultar los hechos de violencia que han ocurrido en las protestas, pero la Policía de Los Ángeles está más que capacitada para enfrentar esa situación. El objetivo de Trump es silenciar por completo las protestas contra sus políticas, dejar sin capacidad de acción al gobernador de la oposición con más poder en el país y mostrar que está dispuesto a utilizar de manera indiscriminada las fuerzas militares. Ese guión lo conoce muy bien cualquier persona que haya observado los regímenes autoritarios en el mundo: exacerbar la violencia, estigmatizar a los opositores y actuar como si fuese un rey.
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