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Canadá atraviesa por una de las peores crisis de la que se tenga registro reciente. El país está en alerta máxima, y todos sus ciudadanos están sumidos en un estado de ansiedad y nerviosismo, todo gracias al nuevo residente de la Casa Blanca.
Desde la campaña que desarrolló Trump para llegar al poder se oían mensajes de imposición de tarifas arancelarias a otros países. “Tariffs, que linda palabra!”, decía Trump. Y ahora, tras seis semanas en ejercicio, no ha pasado un solo día sin que Canadá sea objeto de amenazas con la imposición de 25 % de aranceles a todos sus productos, sumado a la constante retórica expansionista de anexar a Canadá como el estado 51 de la unión.
Solamente las amenazas ya han sido suficientes para estresar al máximo a los ciudadanos canadienses y a toda la industria, pues Canadá se desarrolló en el siglo XX de la mano de EE. UU., creando vínculos estrechos en casi todas sus cadenas de abastecimientos e industria manufacturera, así que no más el hecho de pensar en que cualquier producto canadiense tenga que pagar un arancel de 25 % lo sacaría del mercado de Estados Unidos y dejaría en la calle a millones de empleados de las plantas, fincas y empresas canadienses que surten con más del 70 % de sus exportaciones a millones de hogares estadounidenses con más de US$ 2.500 millones de bienes cruzando la frontera diariamente.
Canadá, ante el shock de sentirse agredida e insultada por su otrora aliado y mejor amigo, ha tratado de reaccionar, inicialmente de manera serena y diplomática, con misiones y visitas a la Casa Blanca, pero esto no ha dado muestras de servir para nada y Trump sale cada día con otro disparate peor que el del día anterior.
El ultimo discurso del saliente primer ministro Trudeau ya no fue tan diplomático con “Donald, y sus tontas ideas”, como lo llamó, pero la situación de alerta se mantiene pues las amenazas persisten y los aranceles han entrado en vigor en algunos rubros, que además cambian cada día de acuerdo al humor con que amanezca Trump.
La palabra de moda en Canadá: incertidumbre
Canadá definió medidas retaliatorias en diferentes rubros, condicionadas a las acciones del vecino. Medidas que de igual manera terminan afectando más a las empresas canadienses que a las de EE. UU., pero ante la presión del nuevo matón del barrio, cuya economía es 10 veces más grande y de la cual Canadá es exageradamente dependiente, no hay muchas cartas disponibles para jugar en esta mano.
Mientras tanto, los canadienses han cerrado filas frente a la amenaza, en un resurgir inesperado de nacionalismo y unidad, que promueve no consumir ningún producto de EE. UU., abucheando el himno de EE. UU. en eventos deportivos y cancelando viajes al vecino país, donde miles de canadienses solían ir por días o meses, que además está impulsando a derribar barreras legales y comerciales entre las propias provincias de Canada, que impiden incluso el libre comercio de licores dentro del mismo país.
El panorama es oscuro, la incertidumbre causa más daño que las acciones concretas, mientras Canadá, además, atraviesa por una proceso de renovación política tras 10 años de Trudeau y los liberales en el poder que, hasta enero, parecían estar de salida dándole paso al partido conservador, que estaba listo a presionar para convocar elecciones anticipadas, pero que ahora, inesperadamente, y en parte gracias a Trump, a la renuncia de Trudeau, y a la llegada de Carney, muestran un empate técnico de favorabilidad en las encuestas, y podrían eventualmente permanecer en el poder.
Por Jaime Alberto Rincon. Winnipeg, Canada.
